El cambio de hora del próximo 6 de septiembre traerá jornadas más largas y luminosas. Sin embargo, este ajuste no es solo técnico.
Este cambio también implica una alteración en los ritmos biológicos que puede afectar el sueño, la concentración y el bienestar emocional. Desde la neurociencia, especialistas entregan recomendaciones para enfrentar este proceso de manera saludable.
De acuerdo con Juan Carlos Urbina, académico de la carrera de Psicología de UDLA Sede Viña del Mar, el ser humano siempre ha debido adaptarse a transformaciones vinculadas al clima, la alimentación y la exposición a la luz. “El paso del horario de invierno al de verano modifica directamente el reloj biológico interno, lo que influye en el comportamiento, las funciones cognitivas y los estados emocionales”, afirma.
En este sentido, el ritmo circadiano se ve forzado a reajustarse con la nueva exposición lumínica. Aunque más horas de luz suelen asociarse a mayor energía, la realidad es más compleja. La hiperexposición vespertina puede retrasar la liberación de melatonina, dificultando el inicio del sueño y generando agitación. A ello se suman las altas temperaturas, que demandan un esfuerzo adicional al organismo y pueden provocar irritabilidad, fatiga o baja concentración.
Frente a este escenario, Urbina recomienda aplicar simples estrategias neuropsicológicas que faciliten la transición:
Aprovechar la luz matutina: exponerse a la luz natural dentro de la primera hora tras despertar para sincronizar el ciclo vigilia-sueño.
Regular la temperatura y los estímulos nocturnos: mantener espacios frescos, evitar duchas muy calientes y limitar el consumo de cafeína después de las 17:00 horas.
Crear un ritual de desaceleración: incorporar rutinas relajantes sin pantallas, con luz tenue y actividades tranquilas como lectura, música suave o respiración consciente.
En palabras del especialista, “aunque el cambio de hora busca aprovechar mejor la luz del día, su impacto en el cerebro y en las emociones no debe subestimarse. Prepararnos con herramientas sencillas favorece una adaptación más armónica y protege nuestro bienestar integral”.
