La llegada de Orlando cambió en 180 grados la vida de Norman (53) y Mariela (52), quienes llevan 27 años en pareja y 22 casados.
Fue en el año 2014 que la hermana de la mujer les avisó que en un hogar de menores de la Región de Coquimbo estaban buscando con urgencia dar en adopción a un menor, un flashback que los trasladó de inmediato a su época de pololeo, donde su mayor sueño era poder acoger en su núcleo familiar a un nuevo integrante, pero en ese entonces las condiciones económicas no lo permitían.
Acto seguido, Norman y Mariela, fueron a conocer al menor y de inmediato se enamoraron de él.
Un proceso que duró tres años, la tarea no era sencilla, Orlando, en ese entonces de siete años, tenía síndrome de down. Sin embargo, el amor fue más fuerte y decidieron integrarlo a su familia, la cual ya contaba con una hija.
“Historias de amor como la mía y de mi señora hay muchas, nosotros decidimos jugárnosla por nuestro amor y el de nuestra familia. La llegada de Orlando nos cambió la vida a todos, a mis suegros, mi mamá. Hoy todos están pendientes de él, pues con el tiempos nos enteramos que, además, él es TEA, por lo que requiere tratamiento médico especial, medicamentos y un cuidado especial, sobre todo cuando sufre crisis”, relata Norman Gordon, conductor de Transportes Nazar.
Un amor a toda prueba
Norman es conductor de camiones y por años trabajó realizando trayectos a los largo del país, situación que debió cambiar.
Fue la empresa en la que trabaja la que le ofreció hacer viajes dentro de la Región de Coquimbo para poder estar más tiempo con su hijo.
Actualmente, el hombre realiza turno de noche para poder llegar a retirar al mediodía a Orlando al colegio.
En tanto, Mariela trabaja como enfermera en un consultorio y sale a las 17:00 horas, momento en el que su marido puede descansar.
“No me imagino una vida sin Norman. La llegada de Orlando a nuestras vidas generó que me volviera a enamorar de mi marido. En su momento él dejó todo para cuidar a nuestro hijo, renunció a su trabajo, manejaba colectivos en la noche. Lo vi en una nueva faceta, él se preocupa de la casa, cocina, pasea a Orlando. No cualquier hombre hace eso”, relata emocionada Mariela.
De la discriminación a un proyecto sobre cuatro ruedas
Fue en plena pandemia que Norman con su familia vivieron un episodio que los marcó, como núcleo decidieron ir por el día a Chungungo, localidad ubicada 65 kilómetros al norte de la ciudad de La Serena. En ese paseo Orlando quiso ir al baño, por lo que decidieron pedir en una casa, pero la familia se negó a prestárselo.
“No sé si fue por miedo o qué, pero me dio mucha pena por Orlando, siento que lo discriminaron. Desde ese momento decidí que debíamos tener una casa rodante, para que Orlando pueda tener su lugar con todas las comodidades que necesita, un dormitorio, un baño y que nos dé la opción de movernos donde queramos”, relata Norman.
Un sueño familiar que desde febrero del año pasado ya está en marcha, cuando Norman compró en tres millones y medios de pesos un bus del año 1994, el cual hoy está transformando en una casa rodante. En primera instancia le sacó los asientos, la volvió a pintar y, actualmente, se encuentra reparando el techo.
“Esto es proyecto con mi mujer, somos socios, ella ha sido un pilar fundamental en mi vida, siempre ha sido mi principal apoyo. Nuestra idea es salir a pasear en familia, luego de que terminemos las reparaciones y tengamos la documentación, la idea es hacer una ruta corta, quizás al Valle del Elqui para probar el motor, pues ya le hice cambio de correas y filtro. Luego de eso nos gustaría recorrer lugares más lejanos, ir a Iquique para que Orlando vea el lugar donde nací” comenta Norman.