Investigaciones en salud mental revelan que la depresión en adultos mayores no es parte natural del envejecimiento, sino el resultado de cambios biológicos, sociales y emocionales que requieren detección oportuna
A medida que Chile avanza hacia una población cada vez más longeva, la evidencia científica muestra que la mayoría de las personas puede envejecer con buena salud y calidad de vida. Sin embargo, una proporción relevante de adultos mayores presenta síntomas depresivos, los que suelen manifestarse de manera distinta a etapas más tempranas y, por ello, frecuentemente pasan inadvertidos.
Según la Sexta Encuesta Nacional de Calidad de Vida en la Vejez (UC–Caja Los Andes), un 32% de las personas mayores en Chile reporta síntomas depresivos, cifra que aumenta significativamente con la edad. En el grupo de 80 años o más, la prevalencia alcanza el 44%. Estas cifras no implican que la depresión sea parte normal del envejecimiento, sino que evidencian desafíos que requieren atención temprana para evitar un deterioro en la calidad de vida.
Para el geriatra y cofundador de SITU Care, Jorge Browne, comprender la depresión en la vejez implica observar los procesos biológicos propios de esta etapa. “En las personas mayores son más frecuentes los procesos inflamatorios crónicos, las enfermedades crónicas, la patología vascular cerebral y el dolor persistente, factores que pueden aumentar el riesgo de depresión”, explica.
La Organización Mundial de la Salud (OMS) ha descrito estos mecanismos como factores de riesgo, aunque enfatiza que no determinan que todas las personas desarrollen depresión.
Síntomas distintos y subdiagnóstico
Uno de los principales problemas es que la depresión en adultos mayores suele estar subdiagnosticada. Browne señala que “en esta etapa predominan los síntomas somáticos, como pérdida de peso, trastornos del sueño, irritabilidad, quejas cognitivas o dolor, más que la tristeza explícita”.
Esta forma de presentación provoca que muchas señales se atribuyan erróneamente al envejecimiento, retrasando la evaluación y el tratamiento oportuno. Identificar estas diferencias es clave para intervenir a tiempo.
El peso de los factores sociales y emocionales
La dimensión social y psicológica también juega un rol fundamental. La psicóloga clínica Diana León explica que las transiciones propias de la vejez, como la pérdida de vínculos significativos, la jubilación, los cambios en autonomía o en los roles familiares, pueden generar malestar emocional si no existe apoyo adecuado.
“La mayoría de las personas logra adaptarse y mantener una vida activa y plena. El problema surge cuando estas transiciones no encuentran redes de contención, transformándose en factores de riesgo”, advierte.
Un desafío país ante el envejecimiento acelerado
El contexto demográfico vuelve urgente este análisis. De acuerdo con el Instituto Nacional de Estadísticas (INE), para 2040 una de cada tres personas en Chile tendrá 60 años o más, posicionando al país entre los que envejecen más rápido de la región.
En este escenario, comprender los mecanismos biológicos y sociales de la depresión no solo permite abordar los casos existentes, sino también diseñar estrategias preventivas que favorezcan un envejecimiento emocionalmente saludable.
Tratamientos integrales con mejores resultados
El abordaje de la depresión en la vejez requiere estrategias multidimensionales. Browne destaca que la farmacoterapia sigue siendo efectiva, aunque la respuesta puede tardar entre 3 y 4 semanas, debido a cambios neurobiológicos propios de la edad.
No obstante, enfatiza que “la intervención más eficaz es integral, incorporando psicoterapia, tratamiento farmacológico cuando corresponde, actividad física, participación social y rutinas estructuradas”.
El rol clave de la psicoterapia y la actividad física
La psicoterapia ha demostrado alta efectividad en adultos mayores, especialmente la terapia cognitivo-conductual, la terapia interpersonal y la terapia de reminiscencia, esta última ampliamente utilizada en geriatría y cuidados paliativos para fortalecer la identidad y la continuidad biográfica.
Ambos especialistas coinciden en que la actividad física regular es un factor protector clave, ya que reduce síntomas depresivos, mejora la movilidad y favorece la autonomía. A ello se suman la socialización, los proyectos con sentido y las rutinas estables, que entregan estructura y reducen la ansiedad.
Entornos y trabajo interdisciplinario
El entorno físico también incide en la salud mental. Espacios accesibles, con luz natural, áreas de encuentro y estímulos visuales adecuados, favorecen la adherencia a rutinas y disminuyen el aislamiento.
Para Browne, la coordinación interdisciplinaria es fundamental: “Cuando médicos, psicólogos, terapeutas y cuidadores trabajan de forma integrada, mejora el diagnóstico, la adherencia al tratamiento y la experiencia global de cuidado”.
Envejecer con bienestar es posible
La evidencia científica es clara: la depresión no es un destino inevitable de la vejez. Con prevención, detección temprana, apoyo profesional y entornos adecuados, la mayoría de las personas puede transitar esta etapa con bienestar emocional.
Comprender el envejecimiento desde sus bases biológicas y sociales es hoy una tarea clave para anticipar desafíos, promover entornos saludables y asegurar una mejor calidad de vida para las personas mayores.








