
Por Frano Giakoni Ramírez, director de la carrera de Entrenador Deportivo UNAB.
Septiembre es sinónimo de Fiestas Patrias, encuentro y tradición. También lo es de exceso: empanadas, choripanes, anticuchos, bebidas azucaradas, alcohol y largas jornadas sedentarias en fondas o reuniones familiares. A la vuelta de esos días, muchos buscan “compensar” lo vivido con una explosión repentina de actividad física. Pero el cuerpo no se adapta por decreto. Y aunque la motivación es bienvenida, el exceso sin planificación puede transformarse en el error más común, y evitable, de cada temporada post-dieciochera.
Hay quienes deciden “prevenir” entrenando fuerte antes del 18. Otros, por el contrario, se dejan llevar y buscan soluciones rápidas después. En ambos casos, se repite una lógica que conocemos bien: la actividad física como castigo, como saldo pendiente, como fórmula para borrar los signos del descanso. Pero el cuerpo no funciona así. No responde a impulsos desesperados, sino a procesos sistemáticos, progresivos y bien dirigidos.
Especialistas en salud y deporte han advertido sobre este fenómeno, recomendando que quienes regresan al ejercicio post-fiestas lo hagan con rutinas sencillas, cortas y que integren tanto trabajo aeróbico como de fuerza. Su llamado fue claro: evitar lesiones por sobrecarga y enfocarse en una progresión lógica que pueda mantenerse en el tiempo. No se trata de eliminar lo ganado en fondas con cinco kilómetros al trote en el primer día, sino de volver a conectarse con el movimiento sin ansiedad ni culpa.
Desde el ámbito de las ciencias del deporte, se insiste en comenzar con calentamientos adecuados, ajustar la intensidad y dar tiempo al cuerpo para responder. Incluso se recomienda algo tan elemental como recordar que el descanso es parte del entrenamiento, y que la hidratación (muchas veces pasada por alto) juega un rol clave en la recuperación tras días de consumo excesivo de sal y alcohol.
Estos consejos reflejan lo que las ciencias del deporte han demostrado con evidencia: los beneficios reales del ejercicio no vienen de peaks de intensidad esporádicos, sino de la constancia. Más aún, cuando el ejercicio es tratado como castigo por comer, pierde su poder transformador. Se convierte en una carga emocional más que en una herramienta de bienestar.
No se trata de desincentivar el movimiento, todo lo contrario. Se trata de entrenar con sentido, con información y con respeto por el cuerpo. Los días festivos son parte de la vida. También lo son los retornos. Lo importante es que ese regreso sea una oportunidad para retomar hábitos saludables, no una carrera contrarreloj con la balanza o el espejo.
Septiembre puede ser el comienzo de una rutina más activa, no porque haya que “pagar” nada, sino porque moverse bien (con ritmo, con pausa, con conciencia) sigue siendo una de las mejores decisiones que se pueden tomar. El deporte no es la solución mágica a los excesos, pero sí puede ser el camino para reconciliarnos con el equilibrio. Si lo entendemos así, entrenar antes y después del 18 dejará de ser un ritual de culpa y se convertirá, por fin, en un gesto de autocuidado verdadero.







