Empatía y cuidado en tiempos de fiestas de fin de año

 

Las fiestas de fin de año suelen estar social y culturalmente asociadas a encuentros familiares, celebraciones comunitarias y comidas compartidas, configurándose como hitos significativos dentro del calendario social. No obstante, estos espacios, que tradicionalmente se vinculan al disfrute y la cohesión, pueden transformarse en escenarios de malestar emocional para un número significativo de personas.

Esta situación se vuelve particularmente relevante en el caso de quienes viven con Trastornos de la Conducta Alimentaria (TCA) o se encuentran en riesgo de desarrollarlos, dado que las prácticas sociales asociadas a la alimentación y al cuerpo suelen intensificarse durante estas fechas.

Desde la perspectiva de la Terapia Ocupacional, la salud y el bienestar no se comprenden únicamente como el resultado de conductas individuales, sino como procesos complejos que se construyen en interacción con los entornos físicos, sociales y simbólicos que las personas habitan. En este sentido, los contextos relacionales adquieren un rol central, ya que pueden actuar tanto como factores protectores como de riesgo. Comentarios aparentemente inofensivos relativos al cuerpo, el peso, la apariencia física o la cantidad de comida consumida pueden reproducir discursos normativos y estigmatizantes que refuerzan la culpa, la autoexigencia y el malestar psicológico, afectando de manera significativa la experiencia ocupacional y la participación social de quienes viven con TCA.

La prevención de los Trastornos de la Conducta Alimentaria requiere, por tanto, una mirada integral que trascienda la intervención clínica individual e incorpore prácticas cotidianas de cuidado en los espacios comunitarios y familiares.

Entre estas acciones, resulta fundamental el uso consciente del lenguaje, el respeto por la diversidad corporal y la promoción de entornos donde las emociones asociadas a las celebraciones puedan ser expresadas y reconocidas sin juicios, ni presiones. La empatía, entendida no solo como una disposición personal, sino como una práctica relacional y colectiva, se constituye así en una herramienta clave para la promoción de la salud mental.

En este contexto, es relevante recordar que celebrar también implica acompañar y cuidar. La construcción de mesas y encuentros seguros, donde prime el respeto, la comprensión y la validación de las distintas experiencias, contribuye a fortalecer vínculos más saludables y a prevenir problemáticas que, con frecuencia, permanecen invisibilizadas. Desde la Terapia Ocupacional, promover estos espacios de convivencia se alinea con el compromiso ético y social de favorecer la participación significativa, el bienestar y la dignidad de todas las personas.

Mónica Oyarzún Salinas

Académica de Terapia Ocupacional, U. Central

Isabel Chandía

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