Publicado un 21 de mayo de 1996, marcó el fin de Soundgarden y el cierre de la arrolladora envestida del rock de los 90’.
Por Beto Arán
El grunge se desvanecía como el eco de una distorsión que alguna vez estremeció al mundo. Los pilares del movimiento vinculado a los nombres de Nirvana, Pearl Jam, Alice in Chains y Soundgarden, se encontraban en puntos de inflexión. En ese contexto, Soundgarden lanzó “Down on the Upside”, su quinto álbum de estudio, una obra que, a 29 años de su lanzamiento, sigue retumbando como el último grito de unos músicos que sabían del inminente final.
La placa llegó a las tiendas el 21 de mayo de 1996, avalado por el éxito de “Superunknown” (1994), un disco que los había elevado al Olimpo del rock alternativo. Pero a diferencia del brillo oscuro y compacto de aquel trabajo, el nuevo material era más crudo, disperso, introspectivo. Fue autoproducido por la banda, una decisión que hablaba tanto de su deseo de libertad como de una creciente fractura interna. Aquí ya no estaban los himnos radiales diseñados para MTV; en su lugar, había una colección de canciones que se atrevían a ser incómodas, experimentales, incluso contradictorias.
Desde el comienzo con “Pretty Noose”, un tema con riffs venenosos y melodías inquietantes, hasta el cierre con la sombría “Boot Camp”, viajamos por las zonas más turbias de la creatividad de Soundgarden. Chris Cornell, canta con una mezcla de furia contenida y melancolía profética, como si intuyera que este sería su último capítulo con la banda por más de una década.
Las guitarras de Kim Thayil se retuercen, alejándose de la estructura tradicional del rock para explorar texturas más libres y psicodélicas. La batería de Matt Cameron y el bajo de Ben Shepherd, no solo sostienen, sino que también se permiten desbordes: cambios de tempo, disonancias, cortes abruptos.
No fue un disco fácil. Ni para los oyentes ni para la banda. Las tensiones creativas, especialmente entre Cornell y Thayil, se hicieron insostenibles durante la gira que siguió al lanzamiento. En abril de 1997, menos de un año después, Soundgarden se disolvió. Muchos fans sintieron que Down on the Upside fue un disco “incompleto”, o al menos, incomprendido. Pero en retrospectiva, es quizá el más honesto del grupo. Es la expresión pura de una banda que ya no necesitaba complacer a nadie, ni siquiera entre ellos.
Hoy, a 29 años de su lanzamiento, el álbum se escucha distinto. No solo como testamento del fin de una era, sino como una obra que supo adelantarse a su tiempo. Lo que en su momento pareció desorden, ahora se revela como una búsqueda: la de salir de los márgenes del grunge para habitar un espacio más amplio, más libre, aunque también más solitario. En esa libertad, Soundgarden dejó su legado más valiente y más humano.
En un mundo donde la industria musical gira cada vez más rápido, “Down on the Upside”, nos recuerda que a veces la belleza nace del caos. El disco no solo marcó el final de una banda en su mejor momento: también nos dejó una colección de canciones que siguen resonando con la intensidad de un adiós que nunca terminó de decirse.