Los hechos acontecidos en el Ministerio de la Vivienda relacionados con la entrega de recursos a fundaciones respecto de las cuales se ha realizado un reparo ético constituyen, además de un posible delito, son un duro golpe a la fe pública, al criterio y a la solides ética que en política estamos observando en nuestras nuevas generaciones.
No quiero generalizar, ya que sin duda muchos jóvenes actúan y orientan su quehacer sobre la base de sólidos principios éticos, pero llama a una especial preocupación cuando son los que han asumido la vida pública los que están fallando.
Nuestra sociedad no debe mantener una actitud pasiva, ya que estos jóvenes, todos profesionales universitarios, han sido formados en nuestro país y las instituciones de educación superior algo tenemos que decir en cuanto a los principios y valores que estamos entregando.
Algo de culpa debe tener la excesiva tecnificación que, desde hace algunos años, se observa en los estudios superiores, relegando a un segundo plano los aspectos éticos y valóricos que se adquieren desde las ciencias sociales a través del estudio, por ejemplo, de la filosofía, la literatura y la historia.
La formación de un profesional no debe remitirse a enseñar técnicas y metodologías que entreguen competencias para desempeñar una determinada profesión, sino también a formar personas con una comprometida conciencia social y altos estándares éticos que orienten su desempeño en la sociedad. Otro desafío para nuestra educación.
Santiago González Larraín
Rector Universidad Central