La percepción hacia el personal de salud ha experimentado un cambio notable, con frecuentes comentarios sobre la pérdida de respeto que viven a diario. Este fenómeno, de alcance mundial, en Chile se ha traducido en un aumento de la violencia, evidenciado por los 1.310 casos registrados en 2020, cifra que se proyecta aumentará a más de 7.000 en 2023.
Por un lado, la prevalencia de violencia verbal, principalmente por parte de pacientes y acompañantes, afecta principalmente a enfermeras mujeres, exacerbando la violencia de género. Por otro lado, la violencia psicológica, manifestada a través de gritos e insultos durante el desempeño laboral, afecta gravemente la salud mental y la calidad de atención. Los efectos en el personal incluyen síntomas físicos como síndrome de colon irritable y temblores, así como consecuencias emocionales como ansiedad, depresión y sentimientos de amenaza.
A pesar de que la legislación contempla sanciones más severas para los agresores, se requiere un enfoque más integral y la academia juega un papel fundamental en esta tarea. Además de inculcar principios éticos, habilidades comunicativas y el manejo de situaciones adversas, es esencial un diagnóstico exhaustivo del problema que identifique lugares y circunstancias específicas de violencia. En esta tarea, es fundamental la participación activa de la comunidad a través de campañas de concientización que aborden la violencia y que se complementen con medidas de seguridad en los recintos de salud.
Las enfermeras y enfermeros, comprometidos con la vocación de servicio, merecen respeto. La comunidad debe reconocer su dedicación, reafirmando el noble juramento de Florence Nightingale. Juntos, desde la academia, la sociedad y las políticas públicas, podemos trabajar para detener este preocupante aumento de la violencia hacia el personal de enfermería.
Héctor Herrera Latorre
Director de Enfermería U. Santo Tomás, La Serena